EL ORDEN DIGITAL

jueves, 8 de mayo de 2008

LAS CENIZAS DEL 91/ escribe María Marta Lopes

LAS CENIZAS DEL 91

En agosto del 91 cumplí 9 y pedí un walkman. El día del cielo amarillo se llama en mi memoria ese 15 en que el festejo estuvo teñido de miedo porque papá no llegaba de la radio (o de la escuela?), porque el cielo cambiaba de negro azabache a violeta y pasaba por la gama de los rojos antes de chocar contra un amarillo enojadísimo, y porque yo al final no iba a tener walkman si a papá lo había tapado la ceniza.
Barbijos, antiparras, experimentos en el lavadero donde mezclábamos nieve con ceniza del Hudson para ver qué pasaba, pufff, recuerdos de Deseado. Ese año fue mi último, nunca mas volví, y me quedó ceniza en los bolsillos, y me quedaron ganas de patio por las siestas adentro de casa (bueno escabulléndonos de los grandes un poco, pero no suficiente), me quedó la imagen del cielo del 15 de agosto mientras mirando por la ventana esperaba a mi papá y a mi walkman. Nunca supe por qué ese día el cielo estuvo así, ahora pienso que tal vez siempre estaba así cuando había ceniza, pero que los niños ven más allá del cielo y yo no era excepción, salvo que ese día había mucho afuera de casa que me importaba, y el cielo parecía más inmenso. Qué ironía. La ceniza estaba en el suelo, pero el aire era negro, no terminaba nunca de caer.
Por estas fechas, otra vez la patagonia cubierta de ese manto gris que parece gofio pero hace que las ovejas se caigan al agua cuando están bebiendo por el peso de la lana, la gente habla y yo ni digo que yo lo viví, que yo sé lo que es, que qué terrible, que sí, ha visto? Más bien me acuerdo que antes de que venga la ceniza volcánica yo jugué mil tardes, caminé las calles, se me voló algún paraguas por el viento limpio de polvo furioso. Me acuerdo de mis amigos de cuando era chiquita, Eugenio Puttner, Sebastián Sasinsky, Luciana Orellano, Martín el del taller de enfrente, Verónica Saleme… Y pienso si ellos estarán ahora otra vez cubiertos de ceniza, si tendrán hijos que se escapan a la tarde a jugar con esa magia que era para nosotros aunque los grandes no nos dejaban tocarla porque era tóxica. Yo estoy lejos pero si revuelvo alguna caja de recuerdos todavía seguro que encuentro un poco de polvo malo. La memoria salva a los pueblos, la ceniza se va. Si están ahí, usen el barbijo, ya no son nenes chiquitos, tapense los ojos y abriguen a los pequeños si se van a dormir la siesta, porque seguro, seguro, acuérdense, seguro que se escapan a hacer experimentos.

María Marta Lopes
Militante del MST en Capital Federal
Nacida en Buenos Aires porque no había lugar en el Policlínico por los soldados de la Guerra de Malvinas el 15 de agosto de 1982, viví en Deseado hasta el año de la ceniza. Volveré?
Mis saludos a los combativos santacruceños, que contra el viento, los volcanes y la burocracia sindical, luchan con un espíritu digno de imitar.

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