EL ORDEN DIGITAL

domingo, 25 de enero de 2009

RESULTADOS DE LA TAREA PROMOCIONAL EFECTUADA POR LA DIRECCION DE TURISMO


11.01.2009 | Clarín.com | Viajes

ITINERARIOS :: SANTA CRUZ
El camino de las maravillas


Por la mítica Ruta 3, una travesía entre el Atlántico y la estepa. Bosques petrificados, la fantástica fauna marina y las historias de navegantes.
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María Zacco. ESPECIAL PARA CLARIN

En ningún otro sitio como en la provincia de Santa Cruz, la Patagonia se revela como el reino del viento. Basta quedarse parado para verlo pasar convertido en polvo o en ramas secas que ruedan por la estepa. A veces, hamaca a la camioneta que se abre camino entre las grandes distancias que atraviesa la Ruta 3, cuyo último trecho continental une Caleta Olivia con la Laguna Azul, en el borde del mapa. En algunos tramos de ese recorrido, que sigue en gran parte la línea de la costa, el viento se manifiesta en el aroma del mar, en ráfagas heladas y en la furia de las olas que mueren en los altísimos acantilados. Asomado al océano Atlántico o siguiendo un trazado rectilíneo lejos de él, este eje vial despliega paisajes disímiles, fauna increíble e historias de navegantes que lo convierten en una de las pocas rutas míticas del país.



Una grieta entre las rocas



El cuerpo lucha contra un titán invisible que ruge en los oídos. Al fin, en la cima de una inmensa duna de canto rodado, hay que pisar firme no sólo para resistir los embates del viento sino también la conmoción de una imagen impactante: dos grandes hondonadas, rodeadas por rocas, entre las que se deslizan, como trazadas a mano, las tímidas curvas de un curso de agua. Hacia el norte, marcan el fin de la Ría Deseado y hacia el sur, el nacimiento del río homónimo.

Estos imponentes cañadones, moldeados por las erupciones volcánicas del Jurásico, cautivaron al naturalista inglés Charles Darwin en 1834, cuando llegó a estas tierras en su recorrido por Sudamérica. "No creo haber visto jamás un lugar más alejado del resto del mundo que esta grieta de rocas en medio de la inmensa llanura", registró el navegante en su libro de bitácora. En su honor, este paraje de Puerto Deseado fue bautizado como Los Miradores Darwin, el primer hito de la gran aventura que reserva la Ruta 3.

Para llegar a Deseado hay que desviarse de la Ruta 3 y seguir 120 km por la 281 en dirección al mar. La ciudad, protegida por gigantescos acantilados, es pequeña, de casas bajas con techos de tejas verdes a dos aguas. Su aspecto desolado, signado por las grandes distancias, es lo que le da un encanto especial.

Un punto insoslayable del viaje es la navegación por la Ría Deseado, que se formó cuando el río Deseado cambió su vertiente hacia la Cordillera y abandonó su lecho, que fue invadido por el mar. La ría se interna 42 kilómetros en el continente.

Desde el puerto, un gomón surca las aguas turquesas hacia la Isla Chaffers, que alberga la pingüinera más grande de la Reserva Natural. Es el inicio de una travesía de más de dos horas en la que es posible tener contacto cercano con los animales. En la Isla Elena, se apaga el motor para no alterar los ritos amorosos de los cormoranes grises de pico rojo. En Isla Larga, los lobos marinos reposan de cara al sol. Cientos de pingüinos de Magallanes se desplazan por la Isla de los Pájaros, como posando para la foto, hasta que se supera el metro de distancia, el límite que admiten antes de comenzar a gritar, imitando el sonido de una corneta.

Un pequeño desvío hacia el norte -80 km, que en esta zona es decir poco- lleva a la reserva Cabo Blanco, en el Golfo San Jorge. El cabo está unido al territorio continental por un tómbolo (acumulación de sedimentos), coronado por un faro construido a principios del siglo XX. Los acantilados se recortan detrás de unas lomadas verdes, que alternan con extensas llanuras, una imagen que recuerda a los paisajes costeros de Escocia: sólo falta que asome Sean Connery con su típica falda escocesa.

Lejos de Puerto Deseado, a 290 km, las mesetas truncadas rojizas dominan el panorama. Desde Jaramillo, un camino de ripio se interna en el corazón de la estepa: en ese paraje desolado y ventoso se halla el Monumento Natural Bosque Petrificado, que preserva intactos troncos sepultados hace unos 150 millones de años.



Gigantes del tiempo



El recorrido, que puede transitarse sólo con un guía local, dura alrededor de dos horas. A poco de andar, aparecen los primeros gigantes tendidos, troncos del bosque de coníferas que quedó bajo las cenizas volcánicas tras las erupciones que siguieron al surgimiento de la Cordillera, en el período Cretácico.

Hasta ese entonces, los árboles alcanzaban entre 100 y 130 metros de altura, con diámetros de hasta 3 metros, favorecidos por el clima cálido y húmedo que imperaba, gracias a los vientos que llegaban del Océano Pacífico. Hasta que el clima gélido los transformó en los árboles petrificados más grandes del mundo.

A pesar de la erosión, los troncos conservan intactos los nudos, los anillos que hablan de su edad y la líneas de su corteza. Como si el tiempo no hubiese pasado.

Junto al mar



La Ruta 3 continúa rumbo al Puerto San Julián. Son 225 kilómetros en los que el camino se abre como un tajo en medio de la rala estepa. Pasando la solitaria estación de servicio Tres Cerros, la ruta se acerca a la costa y se despliegan playas interminables a lo largo de 27 kilómetros.

De arenas gruesas, de canto rodado o de caracoles, La Mina, Caracoles, Cabo Curioso, De Los Arenales, Tumba Sholl, Drake y Garganta del Diablo, entre otras tantas, están protegidas por enormes acantilados que frenan la fuerza del viento.

La bahía, que integra un área protegida, es un fantástico santuario de fauna marina.

La navegación por estas aguas cristalinas permite ver, igual que en Puerto Deseado, distintos tipos de cormoranes -biguá, gris, roquero e imperial-, palomas antárticas y garzas brujas, además de islas de canto rodado donde anidan pingüinos.

Pero las toninas overas son las protagonistas del recorrido. Estos pequeños delfines de color blanco y negro, parecen comprender que los visitantes están atentos a sus piruetas y nadan a la par de la nave dando grandes saltos fuera del agua.

Como en la mayoría de los puertos, en San Julián también se escribieron capítulos de la historia. Aquí marcó un hito el portugués Hernando de Magallanes, quien pisó estas costas el 31 de marzo de 1521, tras siete meses de travesía, aunque su intención original era abrir una vía occidental hacia las Indias.

Plantó una cruz en la cima más cercana (el cerro Montecristo) y allí celebró junto a los hombres que integraban la expedición la primera misa en territorio argentino. Las disidencias internas explotaron esa misma noche en un motín que se cobró varias vidas. Las intrigas de este trágico viaje, que se inició con 265 hombres y finalizó con 18, se relatan en un espectáculo de luz y sonido en la Nao Victoria, una réplica a escala de la nave capitana de Magallanes, anclada en el puerto.



El extremo sur



El último tramo de la Ruta 3 pasa por la ciudad de Río Gallegos. Hasta la capital santacruceña hay un trecho de unos 347 km. El mar, a la izquierda, sigue siendo el punto de referencia hasta Puerto Coig, donde el camino rectilíneo se interna, nuevamente, en la estepa, que acentúa cada vez más su aspecto de tierra desolada.

Esta idea desaparece por completo al ingresar en la ciudad, lujosa y moderna, que se parece muy poco a las que dejamos atrás. Sólo los árboles de la plaza San Martín, inclinados hacia el sudeste por la fuerza del viento dan cuenta de que estamos aún en los dominos de la Patagonia.

Los que aún siguen con ganas de continuar la aventura, pueden -mediante una combinación entre la Ruta 3 y la 1- llegar hasta la reserva Cabo Vírgenes.

El cabo es famoso tanto por las colonias de pingüinos de Magallanes que eligen ese sitio para el cortejo como por haber sido, durante buena parte del siglo XIX, el centro neurálgico de la fiebre del oro.

Cabo Vírgenes es el punto continental más austral de la Argentina. Una tierra signada por la soledad, simbolizada en el faro que, desde 1904, vigila ese confín barrido por el viento, que expresa allí su mayor fuerza y pone proa hacia el mar.




http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2009/01/11/v-01837211.htm

NOTA: María Zacco forma parte de los grupos de periodistas de diversos medios nacionales e internacionales invitados durante el 2008 por la Dirección de Turismo para conocer personalmente las bellezas de nuestra zona y luego reflejarlas en diarios tan importantes como "Clarín" en este caso.

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