EL ORDEN DIGITAL

miércoles, 15 de julio de 2009

Puerto Deseado cumple 125 años/ Carta de Oscar Bidabehere

Este julio invernal es muy especial en mi vida, no voy a volver a los ecos que me trae desde la infancia y la imagen añorada de mi papá, también un día de esta semana hace ya mas de treinta años se cruzó en mi vida la compañera con quien he compartido mis días, construimos una unión fecunda que nos dio dos hijos y otro del corazón. Y bien, si de nacimientos se trata, Puerto Deseado y su aniversario me suscitan sentimientos encontrados, de los buenos y de los otros. Allí decidieron mis padres que nazca. No es lo mismo pertenecer y ser deseadense, a vivir en Deseado. Me siento enrolado entre los que albergan el primer sentimiento, y esto lo digo después de haber recalado en varias ciudades empujado por los vientos de la sobrevivencia económica. A veces coincido con aquella vieja canción de Facundo Cabral: "... no soy de aquí, ni soy de allá" y un sentimiento amargo altera mi tranquilidad, mas pronto lo espanto, trato de asimilar los dolores, siempre he escuchado que te hacen crecer, entonces busco la lucidez. Frecuentemente tropiezo con las pujas de muchos que viven en Deseado pero quieren poco a ese entrañable pueblo y su destino, por lo menos lo leo y lo intuyo mirando através de esa ventana que es tu periódico. A no enojarse y esto lo digo por quienes puedan sentirse tocados por estas palabras, que cada cual se ponga el sayo que le corresponda. Hay que contagiar ese sentimiento de apego al lugar y su suerte, enraizarlo fuertemente para que el árbol sobreviva a pesar de los hachazos y mandobles que se abaten sobre él. No todo es desaliento, basta contemplar en derredor nuestro, allí en los márgenes están los esfuerzos de los ferroviarios acaudillados por Ricardo Vásquez y esa tarea casi arqueológica para salvar del naufragio la memoria y las huellas que dejó el paso del ferrocarril, como una brasa encendida que aguarda el día de volver a ser fuego pleno. Y si miramos hacia la ría me parece luminosa la tarea que desde hace años fogonea Marcos Oliva Day con su Fundación Conociendo Nuestra Casa. He aquí el ejemplo más palmario de aquello que pertenecer entraña profundidades inasibles, en otra latitud de quienes tan solo ven pasar la vida. Su esfuerzo pertinaz ha sabido vencer el desaliento y el volar bajito de muchos mas preocupados en ganar o perder, pero sobre todo ha inoculado una semilla de amor a la tierra y a ese inmenso mar que mi generación sintió de espaldas, y en consecuencia, nunca aprendio a pescar peces o sueños que nos saquen del ostracismo. Vaya mi aliento, en este nuevo quince de julio para que esa siembra silenciosa, simbolizada en algunos, nos permita hallar la punta del ovillo para emerger cuando todo parezca gris y la nave no encuentre el rumbo.

Un abrazo

Oscar Armando Bidabehere

Olavarria, julio de 2009

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